lunes, 19 de septiembre de 2016

No quieren a Adolfo Guerra como rector de la UNICACH


Guerra Pérez, agravios e ilegitimidad en la Unicach


La designación del notario Adolfo Guerra Pérez como rector de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach) abre la mayor fractura y el mayor cuestionamiento que ha vivido esta institución desde que fue creada en 1995.
La junta de gobierno inopinadamente se inclinó por un personaje gris, sin carrera en la educación superior ni en la difusión ciencia, pero compadre del secretario de Educación, Roberto Domínguez Castellanos, y padre del abogado general de esa universidad.

El nuevo rector no ha publicado siquiera un artículo académico ni mucho menos ha realizado tareas de investigación.El mérito mayor de Guerra Pérez, aparte del compadrazgo y del influyentismo ejercido a través de su hijo, fue haber sido funcionario en el gobierno represor de Absalón Castellanos Domínguez, cuando se desempeñó como presidente del Tribunal Superior de Justicia.

Con ese perfil, el nombramiento de Adolfo Guerra significa un menosprecio a la actividad académica y de investigación que desarrollan hombres y mujeres comprometidos con la comunidad unicachense.
La Unicach, que ha construido en sus 21 años una historia destacada, debería ser gobernada ya por académicos de casa, con capacidad y claro compromiso institucional.
Roberto Domínguez Castellanos operó y designó, a través de una junta de gobierno dócil y leal a su persona, el nombramiento del rector de la Unicach. En su afán de protegerse, descuidó las formas y agravió a los investigadores, a las académicas y a los propios estudiantes que reciben en el nombramiento, el mensaje de que en una entidad en donde debe privilegiar la inteligencia, la formación sólida y la transparencia, priva el amiguismo.
Con ese nombramiento, la Unicach se convierte, además, en un protectorado familiar e ínsula barataria, en donde el padre ejercerá de rector, el hijo de abogado general, y el compadre de protector.
Tal situación, que no se había visto en ninguna universidad, y eso que ya se han visto decisiones espantosas, sumergirá a la Unicach en un desgaste innecesario. El exrector deberá distraer sus horas como secretario de Educación para mantener la tranquila en la Unicach, deberá juntarse con líderes, con directoras y buscar recursos en instancias federales y estatales.
Aparte de que se menosprecia a la comunidad universitaria con este nombramiento, la junta de gobierno se burló de los otros aspirantes del rectorado, quienes no deben estar muy contentos, porque fueron comparsas de un proceso amañado y con los dados cargados.
Por lo pronto, tres aspirantes han alzado la voz, incluso Sandra Urania Moreno, una académica ecuánime, quien hasta hace poco afirmaba que confiaba en la junta de gobierno, pero ahora cuestiona el nombramiento del nuevo rector por “ilegítimo” y por los pocos miramientos éticos que tuvo el abogado general de la Unicach en el proceso de elección de auscultación.
Más allá del personaje nombrado, en la Unicach se perdió la oportunidad de que verdaderos académicos se hicieran cargo de los destinos de la Universidad. El secretario de Educación pensó más en sus intereses que en los intereses de la comunidad unicachense, una comunidad tranquila, que ha aceptado todo, en bien de su desarrollo, pero que en cualquier momento puede despertar ante los agravios cometidos.

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